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Agustín Pizá

El mexicano que crea campos de golf para millonarios

Muy cerca de Punta Mita, en Nayarit, yace uno de los campos de golf más exclusivos del mundo: Bahía Golf Course.

Al lugar acude la élite nacional e internacional: desde el hombre más rico del mundo, Bill Gates, hasta el actor ganador del premio Oscar, Robert De Niro. Incluso, el presidente Enrique Peña Nieto juega allí con sus más cercanos cuando la agenda nacional se lo permite. Detrás de este campo está la creatividad y sueños de Agustín Pizá.

Junto con la firma de diseño del respetado ex golfista estadounidense, Jack Nicklaus, Pizá se encargó de dirigir el proyecto desde la etapa de concurso hasta la construcción y terminación del campo de golf.

Su despacho está involucrado en 40 proyectos en etapas de diseño, permisos u operación en Europa, Estados Unidos y América Latina, pero, ¿cómo llegó a ser este mexicano una de las mayores autoridades en campos de golf? Te contamos su historia.

 El origen de sus pasiones

Agustín supo que quería ser arquitecto desde quinto año de primaria. Estudió la carrera de Arquitectura en el Tec de Monterrey. Su primer trabajo no fue directivo, sino como ayudante de obra en Los Cabos, ‘Meca’ del golf a escala mundial, donde llevaba agua y hielo para los albañiles cada dos horas desde las 6 de la mañana.

El interés deportivo viene de familia. Su tío, Damián Pizá, fue el primer mexicano que cruzó nadando el canal de la Mancha en 1953. Y su abuelo trotaba de la Ciudad de México a Puebla cada fin de semana.

Este estrecho vínculo con su abuelo registró un episodio que lo marcaría para siempre. A los 11 años, durante un paseo en Tijuana, su abuelo falleció frente a él. Aunque buscó ayuda, su abuelo colapsó. Nada pudo hacer. En vida, recuerda Pizá, le enseñó que debía aprovechar la vida y seguir su pasión.

Después de graduarse, durante 1997, trabajó en la construcción de una nave industrial en Tijuana, cuyo gerente general era de San Diego, quien se enteró de su pasión por el golf cuando vio sus palos en la cajuela de su auto. Le contó a Pizá que su sobrino trabajaba con Nicklaus, la leyenda que ha ganado 18 torneos profesionales de golf, y que, tras su retiro, se dedicaba a diseñar campos.

“Yo no sabía que existía tal cosa como el diseño arquitectónico de campos de golf. Se dice que es muy fácil, plantas zacate, pones un hoyo y se acabó. No saben todo el arte y ciencia que hay detrás de un campo”.

Su jefe, al ver la pasión por este deporte, lo contactó con su familiar en Estados Unidos. Dos meses después, Pizá trabajaba en la constructora de Nicklaus para los campos Palmilla El Dorado, ubicados en Los Cabos.

 

Especialización, su carta fuerte  

 Pizá no olvida que tratar de penetrar en una industria estadounidense fue todo un reto.

“La gente me decía ‘estás loco. No hay manera de que puedas hacerla. Eres mexicano’. Uno de los mayores retos era  la idiosincrasia mexicana, poder sobrevivirla”.

Entonces buscó especializarse. Las personas como Jack Nicklaus eran autoridades en el diseño por su carrera en el golf, donde ganaron mundiales, campeonatos y masters.  La única manera que encontró Pizá para competir con ellos era ser un verdadero estudioso del golf.

Así fue como descubrió la única maestría del mundo en arquitectura de golf, que imparte la Universidad de Edimburgo en Escocia, que solo aceptaba a 11 personas para el curso, es decir, 10% de los postulantes.

“Sigo siendo el único latinoamericano graduado en esta carrera”, recuerda Pizá en entrevista.

¿Qué hay de especial con este país? Esta región británica es la cuna del golf. En sus comienzos, durante el siglo XVII (1750 aproximadamente), los escoceses jugaban en campos naturales de las regiones montañosas, que las ovejas ‘podaban’ al alimentarse.

“El golf lo sacamos de su entorno natural. En Escocia llueve más de 300 días al año. Los campos eran en suelo arenoso”, detalla.

Mientras que en México y Estados Unidos se diseñan campos majestuosos, donde se mueven montañas y lagos para crear el campo perfecto “como si la naturaleza se equivocara”, en Europa Pizá aprendió que el diseño debe ser amigable con el ecosistema. En sus primeros proyectos, los docentes escoceses cuestionaban su gasto en diésel, horas-hombre y maquinaria. “Puedes tener el mismo resultado, pero de otra manera, respetando la naturaleza”, le decían sus profesores.

“Al final el arquitecto decide si un árbol se enaltece, se queda, o se tiene que ir”, recuerda.

Al terminar su maestría, trabajó en Houston con otra estrella del golf: Robert Von Hagge durante un año. Allí se planteó si regresaba a México parar abrir su propia firma o volvía al negocio de construcción. “Fue la decisión más difícil”.  Tras un retiro en la selva lacandona, inició su despacho Pizá Golf Design.

El primer proyecto que recibió fue el segundo campo de golf para Punta Mita, que comparten los hoteles St. Regis y Four Seasons, “el más exclusivo de México”, tras la recomendación de un amigo, pues el contrato requería un experto mexicano.

Desde entonces ha colaborado con grandes estrellas que antes admiraba. “Jack Nicklaus fue mi padrino, porque lo conocí dos semanas después llegar a Los Cabos cuando repartía agua. Y cuando abrí mi propia firma, fue mi primer campo con él 10 años después”.

Hoy, con su despacho Pizá Golf Design, se ha encargado del diseño detrás de los clubes Campestres de Tampico, Chihuahua, Veracruz, y en el campo de Huatulco, Oaxaca “Las Parotas” cuyo cliente fue Grupo Salinas.

Las Parotas Club de Golf, en Huatulco, diseño a cargo de Pizá Group Design (Foto: Pizá Group Design).

Las Parotas Club de Golf, en Huatulco, diseño a cargo de Pizá Golf Design.

Campos para un mercado de 25 mdd

La importancia del turismo de golf para nuestro país no es poca cosa. El turismo de golf pose un valor de 25 millones de dólares anuales (mdd), de acuerdo con datos revelados por Joe Mazzeo, director de OHL Classic at Mayakoba.

Construir un campo de golf en México de 65 hectáreas, equivalentes a 120 canchas de futbol, cuesta entre 6 y 8 millones de dólares más movimiento de suelo y tipo de diseño, revela Pizá. Estos gastos se llegan a elevar hasta 20 millones de dólares. Tan solo el green representa un gasto de 50,000 dólares.

“El costo por el estudio de impacto ambiental puede representar hasta un millón de dólares”.

México ocupa el primer lugar de campos en cuanto a calidad y turismo, encabezados por los que hay en Los Cabos, donde 90% de los visitantes son estadounidenses y canadienses. Este fenómeno no se replica en Vallarta, uno de los tres primeros destinos en nuestro país, donde la proporción es de 50-50 entre jugadores extranjeros y mexicanos. Tras crisis financiera de 2008, la violencia en la administración con el panista Felipe Calderón y la emergencia sanitaria por el virus de la influenza hicieron que el mercado interno de jugadores beneficiara a esta región del Bajío, según Pizá.

 

Trump y pérdida de interés, los retos para el golf

Ante la victoria presidencial del republicano Trump y la amenaza a los acuerdos comerciales con México, Pizá descarta un impacto para su industria, pues los jugadores pertenecen a un nivel socioeconómico y educativo elevado y no se dejan llevar por las propuestas ni comentarios del futuro presidente de Estados Unidos.

Aunque este país es el principal mercado para el Golf a escala mundial, cuyo valor asciende a 70,000 mdd según la firma Statista, ha ocurrido una pérdida masiva de interés debido a que no planificaron la construcción de campos durante la década de los 90 y 2000.

“Al golf le pasó lo mismo que al tenis: se convirtió en un juego de poder en lugar de finura”, expresa Pizá.

La consecuencia es que en Estados Unidos, durante los últimos 5 años, se han cerrado más campos de los que se han abierto.

El arquitecto estima que al menos 100 han dejado de operar.

Actualmente, existen 220 campos en nuestro país, y el límite son 500, “una proporción similar a los que tiene España”.

Debe reinventarse.

“Lo estamos metiendo en zonas desérticas como California, en lugares donde la sequía ya los alcanzó. El golf lo debimos adaptar a la zona”.

Para que ese problema no ocurra en México, la propuesta del arquitecto es que se diseñen campos con menos hoyos, en lugar de 18. La propuesta del arquitecto es que se diseñen campos más divertidos e incluyentes, no necesariamente el campo de campeonato de 18 hoyos de más de 7,000 yardas. Pizá ejemplifica que tantos campos profesionales pierden valor al haber demasiados con estas características. “Es como si un hotel construye una alberca olímpica y los hoteles vecinos comienzan a hacer lo mismo, tarde o temprano pierden el interés”.

Además, los campos pueden convivir con otras actividades, desde futgolf, hasta canchas de discgolf, incluso días de campo para que todo el mundo se divierta y no sólo el golfista. Ésta es la apuesta de su despacho, que se suma a la tendencia del movimiento Vision 2020, que persigue la reinvención de este deporte vinculado al espacio natural.

“No es fácil, porque el cliente viene con un sueño de hacer una cancha grande. Le digo que está atrasado”.

La clave para transformar y decidir la extensión de los campos depende de tres factores: estudio de mercado, buen plan de negocios y el espacio. Pues el negocio de la vivienda alrededor del campo de golf, el retorno de la inversión, es de 10 años en promedio. “No te das cuenta de los gastos perpetuos de operación que lleva un campo de golf. Se les viene un tsunami”. 

Planes futuros

Aunque tiene varios proyectos en puerta, el arquitecto mexicano se reserva los detalles y promete compartirlos en el futuro próximo, aunque sí tiene los ojos puestos en uno de los mercados con más potencial de la región latinoamericana.

“Me encantaría participar en Cuba. Es cuestión de suerte y contactos para entrar a ese mercado”, añade.

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